miércoles, 21 de septiembre de 2011
¿De qué se trata?
En el
invierno de 1964, una repentina tormenta cubre de nieve el área de Lexington,
Kentucky. Las carreteras son peligrosas, pero el doctor David Henry está
decidido a conducir al hospital a su mujer, Norah, para que pueda dar a luz a
su primer hijo. Pronto se hace evidente que las carreteras son demasiado
traicioneras y decide pararse en su propia consulta médica.
Allí, con
la ayuda de su enfermera, Caroline, puede asistir al parto de su hijo Paul.
Pero de manera inesperada, Norah pare una segunda criatura, una niña, Phoebe,
en quien David reconoce inmediatamente el síndrome de Down.
David
decide ahorrar a su mujer lo que entiende como una vida de padecimientos.
Entrega la niña a Caroline junto con la dirección de la casa donde quiere que
la deje, sin imaginar ni anticipar de qué manera su acción servirá para
destruir todo aquello que pretende proteger. Entonces se gira hacia Norah y le
dice: "La pequeña ha muerto en el momento de nacer".
Pero la
vida es una imagen en movimiento, que se desarrolla y cambia fuera de nuestro
control. A pesar de que deseamos congelar un momento, volver al pasado o
alterar los acontecimientos, el tiempo nos empuja hacia delante. Con esta
novela conmovedora y llena de esperanza, Kim Edwards explora los misterios del
dolor, el amor y el poder de la verdad, tanto para desestabilizar como para
curar.
¿Por qué lo
leí?
Un impulso
me llevó a pedirlo en la biblioteca. La verdad es que ese día no sabía qué
libro llevarme a la casa, pero tampoco quería irme con las manos vacías.
Opinión
personal
Este es un libro lleno de tristeza, de principio a
fin. Si bien tiene unas cuantas escenas alegres, que te hacen sonreír, estas se
ven empañadas por la melancolía en la
que está envuelta la atmósfera de la historia.
La trama
está dividida en dos grandes piezas. Por un lado, vemos la vida el doctor David
y su familia tras el “deceso” de su hija con síndrome de down. Vemos cómo los
personajes tratan de superar esta dura etapa de sus vidas y reconciliarse
consigo mismos, cómo se ven afectadas las relaciones tienen entre ellos y con
el resto del mundo, las culpas, los quiebres, y el cambio drástico de sus
vidas. Por otro lado, vemos a Caroline, la enfermera encargada de llevar a la
niña a una institución y cómo su vida se rompe y vuelve a construirla poco a
poco gracias a la dura decisión que tuvo que tomar en cuanto al futuro de la
pequeña.
Hay algunos
personajes que llegan a ser medios odiosos; en varias situaciones me encontré
queriendo sacudir a alguno y gritarle “¡Avíspate!”, sin embargo, considerando
los hechos que desencadenaron dichos momentos es muy difícil juzgar. Si uno
estuviera inmerso en los años 60-70, donde todavía los niños con síndrome de
down eran discriminados por la mayoría de la población, habría que ponerse la
mano en el corazón y reflexionar. ¿Habría pensado yo igual? ¿Cómo habría reaccionado
ante estos hechos? ¿Me atrevería a ser diferente y dar la cara? ¿Dejaría que mi
vida se desmorone?
Este es un
tema bastante sensible para mí, siendo madre de una niña de 3 años. Si bien
ella es una niña sana, mi vida sería radicalmente diferente si tuviera alguna
discapacidad. Ahora no es tan difícil, pero en esos tiempos si lo era. Y,
siendo honesta, aún el día de hoy existe mucha gente que no se detiene a pensar
en el futuro de esos niños y los discriminan y los miran feo. Ahí es cuando te
das cuenta que las cosas no han cambiado tanto como creíamos.
La gran
falla de este libro es que es un poco lento y plano en cuanto a la acción. Y el
clímax está al mismo nivel que el resto del libro. Cuesta un poco engancharse.
Puntuación:
4 estrellas
Una última reflexión: es triste, pero no me dio para
llorar.
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